
Colombia tenía 72 homicidios intencionales por cada cien mil habitantes hace 20 años (Banco Mundial, 1996). Bajamos a 26 en 2014 según Medicina Legal y a 25 en 2015 según Insight Crime. Esta última fuente dice que en 2015 registramos una tasa de homicidios menor que la de El Salvador (103), Venezuela (90), Honduras (57), Jamaica (45), Guatemala (30) y Brasil (26) ¡Esto es un gran avance!
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Sin embargo, de los 12.626 homicidios intencionales registrados en 2014, sólo el 14,4% se debió a violencia socio-política (Forensis), aquella por acción de grupos alzados al margen de la ley o por acción militar. Una década atrás, en 2006, ese porcentaje de violencia socio-política fue de 12,7% (Forensis).
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El resto de homicidios en 2014 se debió a violencia interpersonal como ajuste de cuentas y riñas (48%), violencia económica como atraco callejero y hurto (8,5%), violencia intrafamiliar (8,2%) y otras (21%). Adicionalmente, Forensis nos dice que el 91% de las víctimas de homicidio son hombres, con escolaridad menor o igual a básica secundaria (90%).
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De lo anterior concluyo dos cosas. Por una parte, que hay motivos para ilusionarnos con nuestros avances en reducción de homicidios y con el proceso de negociación con la guerrilla. Por otra parte, concluyo que el denominado «proceso de paz» no nos solucionará todos los problemas de violencias que tenemos y no nos traerá la Paz como lo vende el Gobierno y la misma guerrilla.
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Nadie se le opone a la paz. Sin embargo, dejemos claro que las FARC no son el único grupo alzado en armas al margen de la ley en Colombia. Aún tenemos activos al Ejército de Liberación Nacional (ELN), al Ejército Popular de Liberación (EPL), varias Bandas Criminales (BACRIM) y varios carteles de narcotráfico. Y segundo, aún sumando todos los homicidios causados por las FARC, ELN, EPL y militares, tenemos sólo el 14% a 20% de los homicidios anuales en el país.
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Por tanto no olvidemos que la verdadera paz la continuaremos construyendo poco a poco con avances en justicia e inclusión social, en empleo digno y seguridad social, en educación y en el desarrollo de una cultura de solución pacífica de conflictos entre pares, en nuestras familias, entre nosotros. Y que el cambio más importante hacia una cultura de paz comienza por nosotros mismos.
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